Escenario: aula de formación.

Participante típico: 27 años; un ojo en el curso y otro en su smartphone. Puede además tener conectado su portátil y/o tablet.

Comentario típico al formador: “¡Yo te sigo, eh!… es que tengo que contestar un correo por una operación muy importante que no puede esperar…”

O participante que se levanta y sale del aula diciendo “disculpa, es que no puedo no contestar, es un cliente importante / mi jefe, no puedo ignorarle la llamada”.

¿Cómo debe reaccionar el formador?

Habría dos posibles posturas:

1. Entendiendo que estamos ante una nueva realidad, que como tal debemos asumir, caracterizada por participantes jóvenes, nativo-digitales, multi-canales, multi-tasking; asumir como irreversible esa competencia electrónica y suponer que sus jóvenes participantes efectivamente le siguen perfectamente su curso. Aunque estén contestando una llamada, enviando un whatsapp o navegando por internet. 

"Yo le sigo... es que un cliente al que no puedo dejar de atender..."

«Sólo un momento… es que es un cliente importante…»

2. No admitir esta nueva situación en el aula de formación y buscar formas para conseguir que el participante esté 100% enfocado en el curso.

¿Cuál es el camino correcto?

No lo tengo claro. Ambas posibilidades tienen pros y contras.

Adiós inteligencia secuencial

Hay quien dice que estos nuevos nativo-digitales ya no tienen una inteligencia secuencial, como la que adjudicábamos al participante al diseñar procesos estructurados de formación. Ahora están habituados a recibir y procesar una mayor cantidad de impactos por segundo.   

Y por tanto, somos los diseñadores y conductores de formación los que deberíamos adaptarnos, asumiendo y aprovechando esa realidad. Diseñando sesiones de formación que:

  • rentabilicen esa capacidad de atención
  • se presenten al participante como procesos lúdicos
  • con impactos variados y de breve duración.

Atención repartida → baja calidad de atención → formación ineficaz

Por otro lado, hay quien argumenta que, sea la edad que sea la de los participantes, repartir la atención entre diferentes fuentes debilita la necesaria concentración y perjudica el resultado buscado de la formación.

Con participantes afectados por Atención Parcial Continua se torna mucho más difícil el objetivo de la acción formativa, sea el aprendizaje de un conocimiento, la generación de una actitud o el desarrollo de una habilidad.

¿Adaptarse o resistir?

curso formación formadoresDigo que no lo tengo claro porque en parte estoy de acuerdo con ambas posturas. 

Por un lado asumo que los formadores deberíamos adaptar nuestros procesos de formación a esta nueva realidad:

Lo que, por cierto, no debería ser algo nuevo; se supone que ya lo hacíamos al diseñar sesiones de formación amenas y participativas.        

Por otro lado, estoy convencido que la múltiple atención debilita el aprendizaje. Y como sostiene David Allen, en su conocida metodología GTD, esa falta de foco perjudica la productividad personal e incrementa la tensión y ansiedad personal. Razón por la que un objetivo del formador es conseguir que los participantes se centren completamente en lo que ocurre en el aula.

Pero ¿cómo lograrlo?

Porque, en última instancia, la posibilidad de influencia del formador variará en cada caso – de su poder para prohibir taxativamente los teléfonos encendidos en la sala, por ejemplo.

Analizaré en otra entrada las vías de solución alternativas que he ensayado… con variados y no siempre exitosos resultados. 🙂

¿Te encuentras en situaciones similares como formador o como participante?
¿Las ves como oportunidad o como problema?
¿Cómo las gestionas?