Bali es una maravillosa isla. Además de las muchas razones por las que es visitada por millones de turistas cada año, sus gentes tienen una cultura y una idiosincrasia muy especial. Especificidad influenciada por su mayoritaria religión hinduista, a diferencia de la gran mayoría musulmana del resto de Indonesia.

lo dudo, lo dudo, lo dudo

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Un detalle que me llamó la atención en una visita a la isla fue conocer que sus habitantes, dentro de sus pecados capitales, además de los típicos comunes con las religiones occidentales como la ira, la mentira o la concupiscencia, contaban con un pecado no considerado como tal por las religiones occidentales.

Una situación, de hecho, ni siquiera considerada en Occidente como simple defecto personal: la duda.

La duda como pecado

Puedo imaginar que una versión teológica de la duda es lo que lleve a algunos a calificarla de pecado.

Por otro lado, centrados ya en un mundo más terrenal, la duda precede muchas veces a la inacción. Cuando dudo entre diferentes alternativas de acción, no hago nada.

Del análisis a la parálisis. La duda como causa de la pasividad y la procrastinación. Y seguramente ella misma consecuencia del miedo al error.

duda: causas y consecuencias

Desde el conocimiento superficial que da el turismo, puedo suponer que los dos factores anteriores, duda teológica y duda anti-acción, deben estar relacionados con la consideración de la duda como pecado capital por los balineses.

La duda como virtud

Por otro lado – parafraseando aquella frase atribuida a Humphrey Bogart, quien, al escuchar que alguien no bebía, replicaba: “desconfía del que no bebe”- yo diría aquí: ¡desconfía del que no duda!.

Esas personas que tienen tan claras todas las cosas, muchas veces es que piensan pocas cosas.

Bien porque por precipitación analizan poco. Bien porque suelen seguir sin discusión los caminos trillados, probados y conocidos.

La duda, diría un dubitativo optimista como Aristóteles, es consecuencia de una cierta capacidad de análisis que permite encontrar soluciones, diferentes a las evidentes o habituales, a un problema.  

El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona. Aristóteles

Partiendo entonces de esta concepción de la duda como síntoma de inteligencia, el desafío es evitar sus riesgos, impedir que la duda paralice la decisión. Y controlar el perfeccionismo y el miedo a decidir, pretendiendo eliminar toda incertidumbre o riesgo de fracaso.

Se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar. Immanuel Kant

Conclusión

La clave estará en transformar la duda en una fase previa a la acción y no en el punto final de mi proceso de decisión.

En un proceso de ventas, negociación o liderazgo, la duda deberá ocupar su lugar en la fase de planificación, no en la de cierre, acuerdo o decisión. Y una buena preparación será el mejor antídoto contra los pecados de la duda. 

En fin, como ya decía el bolero, lo dudo, lo dudo, lo dudo… ¿Es buena o es mala la duda?

¿Quién tendrá más razón: los hinduístas balineses o Aristóteles?

¿Tú, lo tienes suficientemente claro? Espero, sin lugar a dudas, tus comentarios.